Imagen de Steve Buissinne en Pixabay

Han pasado cincuenta años. y sin embargo, aún se mantiene el mito de las grasas como culpables de la epidemia de obesidad y ataques cardiovasculares. Este malentendido, cimentado en una maniobra de ocultación interesada, a la que no han sido ajenos los intereses de la gran industria cerealística norteamericana, que logró del gobierno gigantescas subvenciones al sector, para la producción y ultra procesamiento de maíz y trigo, cuyos resultados más tangible son la producción a escala planetaria de cereales refinados y azucarados que han monopolizado el desayuno en todo Occidente, la creación de la figura del refrigerio permanente, que ha multiplicado las ocasiones de ingesta a lo largo del día, y los múltiples y complejos procesados del maíz, que han regado el mundo entero con un océano de jarabe de maíz de alta fructosa, el cual se ha introducido en casi toda la producción de comida industrial empaquetada, etc. Hoy vuelve a revisarse el mito de las grasas, una vez que al menos ha ido quedando meridianamente claro que las denominadas grasas trans, lejos de ser saludables, han resultado mortíferas. El cerco a la grasa saturada, establecido durante estos últimos 50 años , no ha impedido el crecimiento abrumador de la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, y la defensa por el establisment médico, de las dietas bajas en calorías y bajas en grasas no han permitido avance alguno, más allá de esporádicas reducciones de peso seguidas de un efecto acordeón con subsiguientes subidas…

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